7 dic 2011

Una sociedad de viejos

He leído un artículo en el Periódico de Cataluña, con el “atrayente” titular: ¿Merece la pena cumplir 100 años? ( . . . ) del cual he extraído algunas frases, que aunque sean dichas por expertos en Geriatría y Gerontología, basándose en realidades puntuales, la autora del escrito M.J.I. podía habérselas ahorrado. Y mas ahora que tanto se habla de edades para las jubilaciones, de años cotizados a la Seguridad Social para recibir la pensión correspondiente, etc. (Y Dios me libre de pensar que esta señora o señorita llena de tinta dos páginas del diario con la intención de justificar la política de ajustes (recortes) que pesa sobre las espaldas de los mas débiles, como son entre otras la jubilación y la Sanidad).

Para empezar dice: “Se avecina la revolución social de los viejos por ser un segmento muy importante (querrá decir numeroso) de la sociedad actual”. Lo cual –es mi opinión- llegar a viejos y además en forma, para nada creo que sea negativo. Mas adelante dice el artículo: “Los viejos no van a tener mas remedio que empezar a ser productivos para la sociedad”. Es decir, que la autora del escrito -por lo que se lee- no conoce la cantidad de abuelos y abuelas que después de haber trabajado toda su vida activa y jubilarse por edad, ahora, cuando toca descansar, se les pide que desperecen y sigan siendo “productivos”. Se ve que para ella ejercer de canguros de sus nietos hasta que tengan edad cuando menos para ir solos al colegio, ir a comprar el pan y hacer algún que otro recado mas, no es producir.

También mienta a una geriatra, la Dra. De Breaufort (investigadora francesa) que dice: “Las personas mayores ven que su imagen se “afea” al paso de los años, y se sienten una carga ¡en clave social y económica! para el resto de ciudadanos”. Lo de la imagen tiene un pase. Pero lo de ser una “carga en clave social y económica” . . . . . tela marinera. Al mismo tiempo ¡menos mal! la bien-ponderada Dra. De Breaufort, lamenta que “La consideración del anciano sabio por experimentado, respetado como persona, y con autoridad ya no volverá” . O sea, que el refrán que dice: “Del viejo el consejo” ya ha caducado, como caducan tantos alimentos elaborados.

Pero hay mas, en la parte inferior derecha del escrito viene una nota (encuadrada) donde habla de “Cuando las piernas comienzan a fallar”. Dice que “De cada tres personas mayores de 65 años, una corre el riesgo de caerse, y entre el 7% y el 10% de las que se caen, corren el riesgo de romperse algún hueso”. ¡Vaya descubrimiento! Aunque a estas alturas, en el siglo que vivimos, con 65 años no sea edad para caerse de viejo, salvo algún artrósico prematuro, añado yo.

Al final, hablando con una autoridad del Instituto Catalán de Envejecimiento, sobre cómo identificar a la población mas frágil en Cataluña y saber que somos el 18% los mayores de 65 años, la periodista pregunta al geriatra del I.C.E. por cómo se identifica a esas personas? y la explicación que recibe podría darse a confusión. Le dicen que se nota porque “disminuye nuestra actividad física”, “que perdemos masa muscular incluso peso sin desearlo”. Con lo cual, a los que cumplimos muchos mas de 65 años y comenzamos a observar ese tipo de señales, se nos “invita” a hacernos la pregunta del enunciado del artículo: ¿Merece la pena llegar a los cien años?. Yo me encuentro bien –todavía- y no quiero pronunciarme, aunque lo desee.

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