7 jul 2011

¡ Cuánta sencilléz !

En los amaneceres de junio, en mi pueblo, era costumbre de algunos viejos labradores, ya retirados, salirse a la calle antes del alba a tomar el fresco y ver cómo el "cántico" de los carros y las galeras en su traqueteo, junto al golpear de las herraduras de las caballerías sobre el duro pavimento, rompían el silencio de la noche y con ello contribuían a desperezarse los más remolones.
El hermano Julián, en mangas de camisa y las alpargatas a chancla, liando su cigarrillo mañanero tomaba el fresco en la esquina de su casa, cuando unos jóvenes de familia muy conocida iban al trabajo, y al llegar a su altura le saludaron y casi sin detenerse departieron amistosamente lo que sigue:

- Buenos días, hermano Julián: ¿Qué, tomando el fresco?.

- Sí, me gusta salir a la esquina, a estas horas, por que en la cama no hay dios que aguante tanto calor. ¿ Y vosotros ande vais tan trempano si otavía no se ve ?...

- Vamos aquí cerca, al quiñón del "cruce". Estamos arrancando los yeros y hay que cogerlos antes de que se vaya la humedad del relente porque como están tan secos, al tirar de las matas, se rompen y se pierde mucho grano.

- Haceis mu bien en madrugar y aprovechar las primeras horas de la mañana que es cuando cunde la faena. Luego a comer y a echar una güena siesta. Yo, cuando comience a calentar el sol me voy pa dentro, tomo un bocaejo y me siento en el porche con las portás abiertas que corra el aire, y me pongo a hacer una poca pleita. Estoy preparando unas espuestas pa la vendimia y las quisiera acabar antes de la feria.

- Hace usted como hacía nuestro padre hasta que murió. Pero al pobre le duró poco, ya que vino de la guerra muy enfermo y aunque se hizo lo que se pudo por curarlo, cuando creíamos que estaba mejor cayó de nuevo y ya llevaba un poco tiempo que no levantaba cabeza.

- Ya lo sé. A vuestro padre, que en gloria esté, lo conocía de siempre, desde que éramos unos muchachos, y Dios sabe lo que luchó para alcanzar lo que se decía entonces: "un güen pasar". Ahora, con to lo que ganó, se merecía vivir y difrutar de lo que teneis. A él le lució poco trabajar tanto ... por culpa de la maldita guerra. Güeno, como ya no se saca na, mejor dejar que pase el tiempo y mirar pa alante.

- Así es, dice usted bién. Bueno, le dejamos a ver si llegamos al corte y arrancamos los rodales que estén más secos, que aun tenemos faena para un par de días más. Quede usted con Dios.

- Hala, que se de bién y tener mucho cuidao al cruzar las vías del tren, fijaros en las luces, porque la mujer que hace de guarda-barreras no madruga, ella viene mas tarde.

- Quédese usted tranquilo, que ya conocemos el camino. No obstante, gracias por la advertencia.
Adios, otra vez.

¡ Cómo se cultivaba la amistad ! ¡ Por Dios !





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