13 abr 2011

Malos humos

En Montevideo se multa con 7.800 euros al Hotel donde se aloja un canta-autor español, por permitir que éste fume en una rueda de prensa. Así titula El Pais (30/03/2011) una noticia que "desnuda" a uno de nuestros más exitosos personajes de la canción, empeñado en hacer ver que es tan original como su propia musica. Dice el escrito, que la ley antitabaco en ese pais latinoamericano, entre otras cosas, no permite fumar en espacios cerrados y que está vigente desde el año 2006. Y aunque para algunos es demasiado exigente, el número de ciudadanos favorables a la misma es cada día mayor. Y este señor de la cultura hispánica se la salta "por no ser descortés con sus anfitriones y por que había un cenicero..." Los argumento parecen de chiste malo, por no calificarlos de disparate. Además le pidieron educadamente -añade el escrito- que apagara el cigarrillo, que en la sala no estaba permitido fumar... y respondió que "no apagaba el cigarrillo ni muerto".

La verdad es que al infractor de la Ley no falta capacidad para sorprender con su música y eso es de agradecer. Pues la espontaneidad y sencilléz que marcan sus letras, la peculiaridad del ritmo que aplica a cada una de sus canciones y su inconfundible voz, le convierte en un personaje singular. Sin embargo no gusta demasiado la forma estrafalaria -esto lo digo yo- con que explota su "progresismo contestatario" fruto, seguramente, de la memorable etapa en que el viejo e ilustre Profesor Tierno Galvan siendo alcalde de la Villa y Corte instauró la "movida madrileña" tan gratamente recordado por muchos españoles de mi generación.

Otra de las perlas con que nuestro paisano "obsequiara" a los allí presentes fue la de que "él tiene muy claro que el humo de los pitillos pertenece a la vida peronal de cada uno..." lo cual me parece cuando menos una ligereza. Mas bien suena a frase recurrente de un "nicotinainómano" defendiéndose de los efectos que tenga SU humo respecto de quienes estén expuestos a tener que aspirárselo sin ser fumadores.

Por tanto, si la noticia es cierta, este personaje merece un suspenso en la asignatura de "cortesía y buenos modales" -como él mismo dijo para justificar la infracción que estaba cometiendo-.
Buenas tardes.

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9 abr 2011

Animales de compañía...

Ahora, tras haber vivido más de 3/4 de siglo, es decir, a la vejéz, me vienen a la memoria muchos buenos recuerdos de mi infancia (a esas edades, lo que se recuerda es casi todo bueno) y hace que vuelva a vivirlos tal si fuera algo todavía cercano y me alegra. A veces incluso lo voy recordando y a la vez escribiendo por si me sirve de gimnasia mental tan recomendable -dicen- a mi edad.
Por ejemplo; hace unos días, viendo un programa de televisión dedicado a los animales de compañia que ejercen de "mascotas" me acordaba que en casa de mis padres siempre tuvimos animales. Además de las caballerias con que se labraban las tierras y el cerdo en plan de cebo para la tradicional matanza, teníamos unas cabras, algunos conejos, un par de docenas de gallinas y un pequeño palomar. Las mulas para realizar las tareas del campo, y con los otros animales teníamos carne, leche fresca, huevos recien puestos... es decir, lo que llamábamos "el apaño de la casa". Pues eran tiempos de escaseces: la guerra civil y la inmediata y dura post-guerra fueron años de "vacas flacas" y cualquier recurso beneficiaba la despensa.
Pero, como quiero referirme al papel de los animales domésticos, en parcular los de compañía, uno de los que mejor recuerdo fué un perro de raza indefinida, pequeño, de pelo color crema con el hocico, las orejas y el lomo hasta el rabo de color mas oscuro, muy hermoso, al que llamábamos "Kuky", un poco golfo, eso sí, hasta donde podía serlo, claro, pero muy listo. Gatos también teníamos y a veces más de uno y de varios colores: pardos, con manchas blancas y negras, colorados o rubios y alguno alfombrado. Los gatos, aunque aceptaban caricias, hacían una vida algo más independiente que otros animales y sobre todo vivian de noche, ya que los ámplios patios de aquellas casas, el corral donde se guarda la leña, el pajar, el granero... eran espacios donde aparecian ratones y ellos, los gatos, desde pequeños aprendían a ejercer funciones del mejor raticida no contaminante. Recuerdo especialmente uno, blanco y negro, de tamaño considerable, al que llamábamos "Manolo", que además de ejercer de "animal de compañia" nos hacía otro buen servicio. Cuando nos íbamos a dormir desaparecía sigilosamente y poco antes de amanecer se posaba en el poyete de la ventana de nuestro dormitorio y se ponía a maullar para que le diésemos entrada, con lo cual, a mí que tenía que madrugar para ir a trabajar al campo, si me dormia, sus maullidos me servian de despertador. Le abríamos la puerta y tras "ronronear" a modo de agradecimiento por efecto de nuestras caricias, como había estado de caza toda la noche, se acomodaba a los pies de la cuna donde descansaba nuestro hijo y era una delicia verles dormir a los dos. Hasta que un día no volvió y le perdimos para siempre.
Ahora a nuestro hijo, con edad de tener nietos, se le pregunta por "Manolo" y aún dice que era SU gato.
Saludos amigos.
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3 abr 2011

CONSUELO DE MUCHOS. . . . . .

"Llegar tarde es mejor que no llegar", o lo que es igual: "Más vale tarde que nunca" suelen ser frases de las más utilizadas cuando se reflexiona, por ejemplo, sobre los síntomas de decaimiento y merma de actividad que conlleva la vejéz. También sirve de alivio respecto de los miedos que genera -me temo que es mi caso- el hacerse irremediablemente viejo incluso achacoso, que sería peor. Gente que me quiere bien me dice que no sienta tanto hacerme viejo como si "mis miedos" fuese por ir sumando años, por muchos que éstos sean. Así que mi preocupación no va por ahí, ni mucho menos, ya que soy consciente de que el Final ha de llegar sin que nada pueda hacerse por evitarlo. Otra cosa es que por mi propensión al optimismo, el calor y la benevolencia con que suelen tratarme la vida y el entorno familiar y social en que habitualmente me desenvuelvo, unido todo ello, me haya servido para mantener una imagen aparentemente mejorada respecto de los datos anotados en el DNI y sienta temor a perderla.
Pero mis miedos, insisto, no son por los años cumplidos ni por el inevitable deterioro que se da en la imagen de la gente de edad avanzada. Lo que ha comenzado a preocuparme es que mi médico de familia o de cabecera, en quién tengo depositada una gran confianza, cuando hablamos de esto me dice: "Aunque tú no tienes, todavía, motivos para quejarte, ya estas en el grupo de mis pacientes crónicos, sometido a diversos controles rutinarios con el fin de evitar probables sobresaltos de origen cardiaco, dado a que suele ser la parte del organísmo más desgastada. Lo cual significa un considerable revulsivo respecto de mi afán por no perder calidad de vida.
Sin embargo, cómo ignorar que en la sala de espera donde cada cuatro o cinco semanas paso uno de esos "controles rutinarios" nos encontramos un grupo de pacientes crónicos como yo; unos cogidos del brazo de otra persona, otros apoyados en una especie de muleta, o en silla de ruedas, sin contar los que se alivian con el recurtrente bastón. Y todos; mujeres y hombres, viejos y no tan viejos, estamos siendo "controlados" por motivos similares.
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Si alguna vez he confesado mi admiración por las personas mayores y lo mucho que me ha gustado, desde muy jóven, escucharles, conversar con ellas oírles contar sus "batallitas" y cómo se las ingeniaran para driblar-superar multitud de contrariedades y sobrevivir a tiempos de carencias, de miseria incluso hambre. Ahora, pasado aquél tiempo, cuando la modernidad nos lo ha facilitado casi todo: educación obligatoria, servicios públicos envidiables, sanidad, posibilidad de aseo, mejor alimentación, etc. que nos permite vivir unos años más y mejor que antes, o los viejos de ahora no tenemos nada interesante, ni siquiera divertido que contar a nuestros jóvenes, o a éstos les "resbala" nuestra existencia y pasan olímpicamente de todo lo que podamos contar nosotros de nuestro pasado ¡cómo si haber sobrevivido a tanta imposición legal y a la gran escaséz de recursos básicos no mereciera una mínima valoración!.
Esperemos que los mismos sabios que trabajan e investigan para conseguir prolongar la longevidad de los individuos, dispongan de tiempo y medios para dar calidad al último tramo de vida, con el fín de que valga la pena vivirla.

Ah, que conste que me resistiré a convertirme en un "viejo quejicoso" y prometo seguir aumentando cada primer día de otoño el número de velas en el tradicional pastel de cumpleaños. Prometido queda.
Condios.
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