26 ago 2010

¡Vaya preguntita!

No puedo imaginar, y lo he pensado muchas veces, cómo ni qué responderia -siendo niño- cuando me preguntaran (si es que alguna vez me preguntaron) por qué quería ser de mayor?. Seguramente, con la timidéz propia de los "muchachejos" de mi época, diría; hortelano, policía, militar, pastor de ovejas, agricultor como mi padre... yo que se. Médico, por el repelús que me produce la sangre y el respeto que impone el instrumental de las clínicas, seguro que no. Maestro de escuela tampoco se me ocurriria, y es que la mayoria de maestros de entonces se hacian querer lo justo por sus alumnos, ya que para hacer cumplir las normas establecidas en clase, si el escolar era algo duro de mollera (pudo ser mi caso) o a éllos les parecía que lo eras, usaban métodos a modo de correctivo poco o nada ortodoxos. Es decir, castigaban cualquier travesura o error sin contemplación alguna: a golpe de palmeta en la palma o en el revés de la mano para hacer más daño; de rodillas, de cara a la pared, con los brazos extendidos y suspendiendo un libro, o mas de uno, en cada mano, etc. Ni siquiera tenían en cuenta que muchas de aquellas escuelas eran locales habilitados (yo diría mas bién improvisados) sin servicios ni las mínimas condiciones para el desarrollo de una labor tan importante como es la enseñanza, ya que en muchas de esas escuelas había que llevar la silla de casa, si queríamos estudiar sentados ¡Quién no llebava su silla tenía que sentarse en el mismisimo suelo! ¿No era de dar pena?.
Sin embargo ahora, con profesores jóvenes y mejor preparados, la escolarización obligatoria, los colegios e institutos dotados de inmejorables instalaciones y el material necesariós para dar cada día mejor servicio a la sociedad escolar, si me preguntaran lo mismo, o qué querría ser hasta acabar el último tramo de mi vida, diría que quisiera ser lo que mis hijos, y si se me apura diría que me gustaría entender la vida como la entienden ellos y no como se nos inculcó a la mayoría de jóvenes de mi generación. Y mejor aún, como la entienden y viven mis nietos.
No obstante, como espero durar mucho tiempo, todavia, y ni mis hijos ni mis nietos consentirán que renuncie a seguir aprendiendo de todos ellos, haré por complacerles. Pues mi compromiso sigue siendo el de siempre: aprender de los demás cuanto pueda.
Saludos.
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