21 ago 2010

Nobleza de sentimientos

Tuve un amigo sacerdote y titular de Parróquia ubicada en una comarca rural (digo "tuve" por que ya no vive) que lo recordaré siempre por su carácter extrovertido, su profunda humanidad y sus múltiples valores como persona, por todo antes que por su oficio. Le conocí sin sotana, vestía traje y corbata, y quién me lo presentó me dijo que era cura, por si al dirigirme a él, sin saberlo, metía la pata.
Éste cura, éste amigo, conforme pasaba el tiempo se apretaba más y más nuestro lazo de amistad hasta conseguir que él mismo formara parte del grupo de familias que acostumbrábamos a celebrar juntas ese tipo de encuentros que dan sentido a toda buena relación humana. Con la misma devoción brindábamos por ser el Día de un Santo, del aniversario de alguno de nosotros, que organizábamos una comida un fin de semana cualquiera. Y en la mayoría de estas reuniones, por su carácter de confraternidad, no podía faltar nuestro amigo "el cura".
En una ocasión, con motivo de homenajearle tras obtener la licenciatura de filosofía y letras, organizamos una comida en su honor y en un lujoso restaurante, regentado por un jóven matrimonio también amigo nuestro, y antes de entrar en el salón para tomar el aperitivo nos dijo a los de más confianza que le tratásemos por su nombre de pila para evitar que alguien no católico, sin conocerle ni saber que era cura, pudiera sentirse incómodo. Como tú dispongas - dijimos-. Lo cual a todos nosotros nos pareció bien, lo comunicamos a la mayoría de asistentes, a la gente de la casa, para cumplir con lo que era su deseo. Pero sin tener en cuenta que para esas celebraciones multitudinarias, no programadas, el restaurant contaba con unos camareros que solo trabajaban unas horas y no sabíamos quienes eran.
Así que comenzaron a servir el aperitivo y uno de éstos camareros que ya le conocía de antes exclamó y creo que con gran alegria: "Qué gusto en saludarle, Mosen M......" y, naturalmente, las personas que no lo sabian quedaron por unos instantes con la boca abierta, mientras nosotros "los cómplices" muertos de risa.
Después resultó todo tan divertido que hasta él mismo celebró su gran ingenuidad.
La verdad es que era un cura con mucha marcha, que se diria ahora, y desde la Gloria sabe que le echamos en falta.

Hasta otra y saludos amigos.




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