9 may 2010

Aunque sea rutina es bueno.

Cada mañana, mi esposa y yo, después de levantarnos que no solemos hacerlo tarde aunque si por separado, y asearnos convenientemente, nos saludamos con un mimoso ¡buenos días! al que casi siempre complementamos con un beso. Preparamos cada uno nuestro desayuno en la cocina (generalmente café con leche y galletas) y lo tomamos juntos.
No es que tan amable comienzo de cada día signifique que coincidimos en todo, ni mucho menos. Tenemos nuestras diferencias -cómo no- a la hora de opinar o discernir sobre lo que toque comentar en cada momento, pero siempre que hay desacuerdo evitamos que la discusión llegue al acaloramiento. Y esto es así por que ambos hemos luchado juntos contra situaciones adversas (lo tuvimos muy difícil) hasta conseguir superar etapas muy duras y eso, bien mirado y mejor entendido, une mucho.
Sin embargo y debido a nuestra similar formación cultural- político-religiosa, incluso en lo referente a la comunión de sentimientos respecto de lo que nos es dado a los dos como propio; la familia, el hogar y poco más, las discrepancias, insisto, no han pasado de ser ligeros desacuerdos sin mayor importancia.
Ahora, conscientes de que "no hay bien ni mal que cien años dure", además del "buenos días", del "beso", "tomar el desayuno juntos" y saber que nuestros hijos y nietos se desenvuelven (viven) felizmente, en un ambiente elegido y ganado por ellos mismos, nosotros, con nuestros años, nos miramos a los ojos y damos gracias a la vida por ser tan generosa y concedernos lo imprescindible para disfrutar de ese insignificante placer matinal, sin estar convencidos de haber hecho méritos para merecerlo.
¡Gracias otra vez y Buenos días!
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