21 mar 2010

Día tras día, sin abandonar.

En uno de esos días "tontorrones" que solemos tener los humanos, cuando nos hacemos mayores, en esos días que nos da por repasar -mentalmente- todo aquello que pudimos hacer mejor de cómo lo hicimos, así como recordar, por supuesto con inevitable amargura, lo errores cometidos y las diversas oportunidades que tuviésemos con posibilidad de aumentar el nivel de vida en lo primordial, tanto por nosotros como por nuestra descendencia, y que por torpes -digo yo- no supimos aprovechar. Recorridas unas cuántas páginas de nuestro recordado (que no escrito) diario, vencidas todas las etapas de la vida activa y resignados a sobrevivir con los achaques propios de la edad (por suerte,todavía, pocos) seguro que en alguna de esas "horas bajas" que a veces se tienen dije a mis hijos; "estoy triste, por que veo que nos hacemos viejos". Nuestra hija que lo oye, y que pide por que no nos hagamos viejos nunca por que nos quiere a rabiar, desaprobó mi queja y en forma de amonestación (cariñosa, eso sí) me respondió:
-"Papá, no digas tonterías, no te quejes por ver que os haceis viejos, que además de no ser verdad, la otra opción es peor". "¡Cuántos quisieran...!".
Nosotros, con tan cumplida y generosa dosis de animosidad, nos hemos comprometido a seguir utilizando todos nuestros recursos, sin limitaciones, para aprender a envejecer sin complejo. Por nuestro bién y por el de ella. Gracias tesoro.
Un beso y otro día más.
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