18 ene 2009

ECHAR LA VISTA ATRÁS

Ayer, día 17 de enero (San Antón) hace justo 61 años que conocí a la que cuatro años mas tarde fué mi esposa. Quién por mi parte (y puedo asegurar que por parte de ella también) lo seguirá siendo, porque nos dimos el sí quiero hasta que la muerte nos separe.
Cuando nos vimos por primera vez no se si ella se fijó en mí, pero yo sí me fijé en ella. Tampoco puedo decir si la convivencia de tantos años de matrimonio se debe al comportamiento del uno respecto al del otro -creo que al de ambos- ya que, al margen de nuestras pequeñas y lógicas diferencias (hay que admitir que somos humanos) ha sido el respeto mutuo lo que siempre ha prevalecido por encima de todas ellas. Ahora, sin necesidad de decir que ya somos dos viejos, seguimos estando tan unidos como siempre. Pero es que, además de seguir queriéndonos y mantener nuestras cada vez menos diferencias, ahora es que nos necesitamos mutuamente.
Antes, cualquier celebración nos reunía en casa a gran parte de la familia y éramos felices. Ahora por una razón, o por muchas razones, cada cual se lo monta a su gusto, que es como parece que debe ser, y celebra sus fiestas a su manera. Y es que la distancia que hay entre ser padres jóvenes y abuelos viejos es injusta pero insalvable. Los "padres jóvenes" generalmente, suelen dar todo lo que tienen por los suyos, en contraste con lo que los "abuelos viejos" reciben si lo necesitan.
¿Que deberíamos hacerlo mejor? seguro que sí.
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