22 sept 2008
Cuando los abuelos (los viejos) cumplimos años y tenemos superados los ochenta, no debería decirse que se suma un año más, si no que se resta y queda uno menos. Claro aquí entrariamos en el terreno de la consideración de cada cual: el optimista suma y el pesimista resta.
Yo soy abuelo, aunque me niegue a ser viejo, ja, ja, y estoy del lado de los primeros, ya que me sigue interesando cumplir años aunque solo sea por el gusto de celebrarlo. También, porque decir "cumplir años" y celebrarlo, visto con optimismo creo que es vivir más.
En cambio si se cumplen años y disgusta hacerse viejo, porque cada uno que pase se dirá "uno menos" y se corre el riesgo de vivir peor. Y es que cada cual vivimos lo que nos toca, para bien o para mal, ya que nos debemos a las circunstancias del día a día.
Hoy, precisamente, he cumplido años y los alagos y felicitaciones que he recibido de mi esposa, mis hijos, mis nietos, mis hermanos y algún amigo, me ha servido para prometerles que no pienso abandonar mis ilusiones y mantenerme dispuesto a cumplir, todavia, unos cuantos más y en buena forma.
¿Que eso es pedir mucho? Yo creo que no.
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De los abuelos, viejos o menos viejos, podrá decirse lo que se quiera de ellos. De ellas, las abuelas, debe decirse menos porque muchas en los primeros años del nieto o nieta han hecho hasta de madres. El abuelo suele disfrutar y sentir mucho al nieto, por lo que significa ser fruto de la tercera generación, pero cuidarle, lo que se dice cuidarle, es tarea que recae sobre la abuela. Y es que la abuela, consciente o inconscientemente, sustituye a la madre cuando los hijos trabajan fuera de casa.
Mas tarde, cuando los nietos son mayores y se independizan, los abuelos se consuelan con saber que sus nietos son felices, vivan donde y con quién ellos quieran, pero que no se olviden de ellos. Por ejemplo, si un nieto llama por teléfono a los abuelos y dice; "Hoy quiesiera ir a vuestra casa y comer con vosotros", ya nos tienes preparando lo mejor, igual que cuando llega una fiesta. Así ocurre en casa si quién llama es uno de nuestros nietos.
Pedimos, de corazón, que hechos así no dejen de repetirse durante mucho tiempo. Y ellos mismos comprenderan que no es mucho pedir.
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He estado adscrito al voluntariado de la Asociación Española Contra Cáncer (AECC) mas de veinte años y estoy profundamente orgulloso de haberlo hecho. Mi curación de cáncer de laringe y la recuperación del habla me exigia aportar mi experiencia en positivo.
De lo que no me siento tan satisfecho es de ver el escaso eco que tienen las campañas contra el tabaquísmo, sabiendo que el consumo habitual de tabaco es una de las primeras causas de muerte por cáncer. Ahora, con mucha más y mejor información, me entristece observar a tanta gente como sale a la calle a fumarse sus cigarrillos, porque en despachos y centros de trabajo no se permite fumar. Y como estoy contra el tabaco, pero no contra el fumador, desearía que la administración de salud prestara más atención al comportamiento de esa gente y de manera especial a niños y adolescentes en sus respectivos colegios, dado a que es donde se comienza a fumar y donde podría disminuir la incidencia que tiene el consumo de tabaco entre adultos.
También creo, sin embargo, que mientras en Hospitales y Centros de Salud, así como los responsables de la educación -todos adultos- no sean capaces de dar ejemplo, abandonando el hábito de fumar, los demás seguiremos siendo, sin remedio, víctimas de nuestra propia debilidad.
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Hace pocas noches soñaba que estaba segando en un trigal a la vieja usanza. Ya se hablaba de unas "segadoras" mecánicas que ahorraban mucha mano de obra y se comenzaban a usar en grandes fincas, donde los dueños podian permitírselo. Pero nosotros, los pequeños agricultores, no creíamos que se dejase de utilizar la hoz para cortar la mies ni las "tomizas" (trencillas de esparto) para mejor recogerla en haces manejables, trasladarla a la era y ser trillada y aventada convenientemente.
Al despertar y ver que las imágenes del sueño me eran tan familiares, nadamás desayunar cogí el caballete una pequeña tela y me puse a reproducirlas al óleo. Ya se que no es una obra de arte que merezca ponerle nota alguna. Pero he disfrutado tanto pintando ese cuadro (se es que puede dársele ese nombre) como disfrutaba segaba a mano con solo 18 años. Volver a hacerlo, no. Pero sí recordar lo mejor de tiempos ya pasados
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